Nuestraesquipulas.com presenta la nota curiosa de la semana el porque nos ponemos nerviosos al enfrentar algo en nuestras vidas.
Los nervios tienen cura si o no.
Aunque es cierto que los ejercicios de relajación pueden ayudar, sobre todo, si uno los ha practicado durante mucho tiempo de modo que domina la técnica, es inevitable que una persona se sienta nerviosa ante las exigencias de una figura de autoridad (un jefe, un maestro, un progenitor, un pariente político) que espera nada menos que lo mejor. ¡Cuánto más si de ello depende su futuro! De modo que si no puedes dejar de sentir que tus nervios se excitan ante la urgencia de las circunstancias, ¿por qué luchar contra lo inevitable? Ponte en positivo:
Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Cuando un ladrón me acosó, me hicieron pegarle un grito impresionante y salí corriendo como el viento, tanto que lo desconcerté y no pudo alcanzarme.
Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Cuando necesité asirme de una rama, porque casi había caído a un abismo del bosque, fue tan fuerte la presión de mis manos que logré soportar hasta que vinieron al rescate mis amigos.
Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Cuando fui objeto de una grave injusticia defendí mis derechos con tanto denuedo que nada ni nadie se atrevió a responder ante mi indignación. ¡Hasta me confundieron con un abogado!
Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Hoy tengo que exponer en público y he comenzado a temblar.
¿Lucharé contra ellos para no sentirlos? ¿Los menospreciaré ahora que más los necesito? ¡Benditos sean mis nervios, que una vez más, no sé cómo, me ayudarán a triunfar!
Tips
Respecto a tus alimentos. Toma la última comida dejando un gran espacio de tiempo entre su ingestión y el momento de la exposición. Por ejemplo, si la exposición se llevará a cabo por la mañana, come algo muy ligero por lo menos tres horas antes solo si tienes mucha hambre. Si será al mediodía, tomar un alimento ligero temprano por la mañana y deja los alimentos del mediodía para después de la exposición. Y si será al caer la tarde o en la noche, seguir el mismo principio: Deja los alimentos para después.
Respecto a tu organismo. Vacía lo más posible los intestinos y la vejiga, para que no distraigan la atención de la mente y las emociones; y si en algún momento antes de la exposición sientes que te piden ir a atenderlos, es mejor obedecer a tu organismo que al deseo de quedar bien con los demás. Si no obedeces a tu organismo, te podría jugar una mala pasada. Recuerda: Si tus intestinos y vejiga no tienen carga, no te darán problemas.
Respecto a tu descanso. Es mejor un buen puñado de sueño que seguir ensayando hasta morir. La mente profunda, que se encarga de los sistemas automáticos y condicionados del organismo, se ‘desfragmenta’ durante el sueño y después trabaja mejor. Si les das tiempo para reorganizarse, será una buena inversión.
Respecto a tu puntualidad. Llega muy temprano al lugar de la exposición y familiarízate con los detalles del local. Saluda a la mayor cantidad de personas y, si te sientes muy nervioso, confiésales que te sientes nervioso, para provocar que digan cosas positivas como: «No te preocupes, todo va a salir bien». Eso ayuda.
Respecto a tu concentración. En vez de conversar previamente con los asistentes acerca de cosas ajenas a la ocasión, o usar el canal de tu mente para pensar «estoy nervioso», usa el tiempo y la conversación para hablar del contenido del discurso y nada más que del contenido del discurso. No hables de otra cosa. Cuéntales cómo vas a empezar, cómo vas a terminar, qué láminas vas a usar y en qué orden. ¡No hables de otra cosa! Aprovecha la conversación para ensayar.
Respecto a tus temblores. Si durante la exposición sintieras que te tiemblan las manos, te sugiero hacer ademanes muy cortos. Si te temblaran un poco las piernas, no te preocupes, los ojos no lo notan desde el auditorio.
Respecto a tu oratoria. ¡Levanta la voz (sin llegar a vociferar)! La potencia de voz se relaciona estrechamente con otras cualidades importantes, como los ademanes, la modulación de la voz, la habilidad para persuadir, la claridad del pensamiento y otras. Si bajas la voz, las otras cualidades se debilitan; y si la subes, se fortalecen. Una voz débil produce ademanes débiles, y los ademanes débiles no convencen. En cambio, una voz fuerte produce ademanes vigorosos, y los ademanes vigorosos convencen.
La nervosidad que sientes antes de enfrentar cualquier situación que implique prestar mucha atención, pone en alerta todos tus sistemas, lo cual significa una producción automática de poderosas hormonas que te sirven para enfrentar con éxito la situación, es decir, para responder a la altura del reto. Los novatos no entienden esa reacción natural del organismo humano, creyendo que es señal de debilidad o falta de habilidad, cuando es, precisamente, todo lo contrario. Tu cuerpo está preparándose para el éxito. Tienes que aprender a sacarle provecho por medio de poner en práctica técnicas específicas relacionadas con dicha habilidad. En el caso de la oratoria, técnicas para exponer en público.
De todos modos, si a pesar de todos tus esfuerzos sientes excepcionalmente que vas a desmayarte (síncope vasovagal), tal vez debas recostarte un rato con las piernas en alto contra una pared o silla para impedir que la sangre se encharque en las piernas restando oxigenación al cerebro. La ansiedad es el detonante. En tal caso, te conviene modificar tus puntos de vista acerca del auditorio y acerca de tu persona, a fin de controlar mejor los detonantes de tu ansiedad.
A medida que aprendas técnicas para hablar en público, lograrás una mejor autovaloración, y con ello, el éxito en cada discurso, reduciendo o hasta eliminando las causas de la ansiedad.